

Mujer trabajadora pierde ambas manos en un trágico accidente en la fábrica clandestina para la que realizaba sus labores. Denunció que la abogada de la empresa «le puso precio» a sus extremidades |
Perdió sus manos mientras trabajaba en una fábrica clandestina. El emigrante debe enfrentar lo que venga, sin vivienda propia, a veces en un medio que la discrimina y repudia por su nacionalidad. El emigrante tiene que trabajar en lo que venga para poder sobrevivir. Frecuentemente a riesgo de la propia vida.
Ese fue el caso de Johana Bastidas Terán, de 40 años, quien perdiera las dos manos mientras trabajaba en una fábrica clandestina de zapatos en Perú.
“Perdí mis dos manos, tanto la derecha como la izquierda. Yo ya no me puedo valer por mí misma, no puedo hacer nada, no puedo trabajar. Mi vida cambió completamente”, contó a ATV Noticias.
Esta es la vida de la mayoría de los venezolanos en Perú, trabajar hasta quedar extenuado. Johana tenía que laborar 12 horas diarias para llevar el sustento al hogar donde estaban sus hijos. Esfuerzo que carecía por su condición de ilegalidad de contrato o seguro, ni siquiera de las mínimas condiciones de seguridad en su puesto de trabajo. Hasta los gastos por unos simples guantes corrieron s por cuenta del esposo de Johana
El puesto de trabajo de la venezolana era de alto riesgo, sin implementos básicos de seguridad cada operación que realizaba, era una operación de alto riesgo, una y otra vez. Hasta que ocurrió lo inevitable en aquellas condiciones. La máquina inyectora de calzados disponía de una poderosa prensa en la que quedaron atrapados las manos de Johana durante casi 39 minutos, triturando todos los dedos de sus manos y gran parte de sus palmas.
“Mi hermana empezó a gritar, al ver como sus manos se iban moliendo, como sus dedos iban sonando, sus huesos. 25 minutos más o menos quedaron sus manos atrapadas ahí”, detalló Yenny Bastidas, hermana de la agraviada.
Un compañero de la fábrica apagó la máquina, entonces “vemos que está saliendo la sangre, mis dedos triturados, mis huesos sonaban como se partían”, agregó Johana.
La mujer fue trasladada a una clínica en Surco, donde los médicos no pudieron lograr nada después de cinco operaciones.
Era el momento de exigir una reparación a los que la sometieron trabajar en tan adversas condiciones. Algo tenía que hacer para asegurar la sobrevivencia de los suyos. No había otra alternativa.
Al respecto, la abogada de la empresa, Martha Leo, le respondió lo siguiente: “¿Usted sabe cuánto cuesta un muerto, señora, en la Fiscalía? Un muerto, S/5.000. Una mano, ¿cuánto cree que cuesta? 2 mil o 3 mil soles, por eso le digo. Es mejor que le paguen la indemnización. Acá en el Perú es así”.
“Para mí, mis manos no tienen precio, yo con mis manos trabajaba, yo soy la que mantengo a mis hijas en Venezuela. Tengo dos hijas, cuatro nietos. Yo era su sustento, ahora no puedo seguir trabajando”, aseveró la agraviada, quien ha perdido el 95% de sus extremidades.
Los propietarios de la empresa Kaprichos en Diseño Textil S.A.C., Edison Daniel Vilca LLano (32) y Pierina Selene Beltran Ramos (30), fueron denunciados ante el Ministerio Público y Sunafil.
El pasado 1 de junio esta fábrica fue clausurada por no tener licencia de funcionamiento ni certificado de Defensa Civil. Sin embargo, continuó operando de manera clandestina y dos semanas después de esta intervención, una de sus trabajadoras perdió ambas manos en un trágico accidente.
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